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Caminando por la Ruta de Boabdil




24 de Mayo de 2018

Somos un grupo de amigos: Araceli, Rafa, Paco,….. repartidos por Andalucía, entre Huescar y Sevilla, que nos juntamos para hacer senderismo, que es nuestra pasión  y en esta ocasión, decidimos visitar el Valle de Lecrín. Al tener conocimiento de la Ruta de Boabdil, decidimos hacerla, pero por no disponer de más tiempo, solo hicimos las etapas que pasan por Padul, Dúrcal, Nigüelas, Acequias, Mondújar, Talará, Beznar y Pinos del Valle.

El primer día, hicimos el tramo desde Padul a Nigüelas, pasando por la Laguna, El puente de Lata de Dúrcal y llegada a Nigüelas.

 

En el parque de la estación de Padul, vimos un Mamut, que preguntando a los lugareños, nos dijeron que es la representación de unos animales que vivieron hace 8 milllones de años y que en la extracción de turba de unas canteras, se han encontrado restos de varios individuos, así como del tigre de dientes de sable.

Vimos una alcatifa, refugio de piedra para los pastores en caso de tormenta, y nos dirijimos hacia la laguna, humedal protegido y adjunto al parque Natural de Sierra Nevada, en dónde vimos multitud de aves y un camino, que al pasar junto a la Laguna, es de madera y accesible, con varios miradores para el avistamiento de aves, que en su migración desde Europa hacia África, pasan por aquí.

Pasamos ya en Dúrcal por el puente de lata, llamado así por su color rojizo oxidado, construido para que pasara el tranvía y desde dónde se ve el río Dúrcal, su cauce, sus molinos, las montañas desde dónde sale al Valle y hacia el sur, la Sierra de las Albuñuelas y varios puentes más, que atraviesan este cauce de 60 m. de altitud y 200 de ancho.

En el parque de la Estación de Dúrcal, vimos una representación de una cabaña de las que había en la Sierra, cuando se vivía allí todo el año, para cuidar de los cultivos, junto a un pequeño museo, que representa la antigua fábrica de esparto, que hubo en Dúrcal, junto al “cable”, que fue en su época, el teleférico más largo de Europa, para llevar la caña de azúcar desde Motril, hasta aquí, y luego en el tranvía, hasta Granada.

Nigüelas es un lugar encantador. Sus aljibes, sus calles empinadas, ese emplazamiento al pie del Caballo…Especialmente, nos gustó la Almazara, un alarde de pedagogía para mostrar las técnicas del pasado, donde poco esfuerzo queda a la imaginación pues el visitante retrocede unos siglos a través de los atrojes, pavimentos genuinos, muros encalados y esas prensas colosales.

 

 

 

Nuestro recorrido por el Valle de Lecrín  ha contado con el apoyo de los alojamientos – verdaderos espacios de atenciones y sosiego –  todos los que hemos conocido.

 

En el caso de la Huerta del Cura, fuimos sorprendidos gratamente, ya desde la entrada, por ese aire evocador de las casas de Al Andalus, una fachada exterior sin pretensiones, una discreta puerta…y un delicioso jardín que te da la bienvenida.

Aunando los requerimientos actuales – piscina -, los animales en corrales cerrados por las mallas de gallineros que todos recordamos en nuestra niñez. Ya en el interior, habitaciones espaciosas. Algunos tuvimos la suerte de disfrutar de la azotea superior, donde presenciamos un amanecer, con el Valle ante nosotros (en esa ocasión comprendimos porqué de la Alegría) y a nuestras espaldas la mole imponente del Caballo.

 

 

 

 

Y sentimos el latido roto y silencioso de toda persona que, como Boabdil, se ve forzada a dejar la tierra de sus mayores, su origen, su identidad… a la búsqueda de un futuro incierto.

Ese sentimiento de melancolía se nos ha mostrado con frecuencia en nuestra andadura. Ya en Lecrín, hemos visto bancales en los que las naranjas. limones, aceitunas… no son recogidas por sus dueños. Quizá porque el coste de su recolección sobrepasa su valor de mercado. Y es una triste reflexión la que nos hemos hecho: ! qué extraño mundo el que vivimos, donde se dejan perder unos frutos tan exquisitos, delicias al paladar y con todas las bendiciones de la Dieta Mediterránea !!! .

 

Por último, llegamos a Pinos del Valle, en la ladera sur-oeste del Valle de Lecrín, con unas vistas impresionantes al Valle, coronado por el Pico del Caballo, el más meridional de Sierra Nevada, con nieve en esta época, dándonos una estampa desde arriba hacia abajo, de Azul cielo intenso, nieve, verde forestal, y verde-azulado en la presa.

Aprovechamos para dejar constancia de nuestro agradecimiento a Isaías Padial, gran conocedor y enamorado de las tierras y pueblos del Valle de Lecrín. Nuestro viaje se ha beneficiado de su asesoramiento, cada vez que tuvimos dudas al diseñar nuestro itinerarios, y de su carácter entusiasta y generoso. No se lo pierdan, cuando hagan una excursión por el Valle. Sospechamos que es un gran tipo.

editor

 



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