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OFICIOS y labores del Valle de Lecrín, de antaño.




14 de Junio de 2017

Todavía recuerdo desde mi infancia aquéllas labores y oficios que hoy por hoy han pasado a ser historia por culpa de la revolución tecnológica. Primero hablaré de las labores del campo, cuando había en el Valle, menos tractores y vehículos y más semovientes. Labores como la trilla, o la barcina, labores como la siega a mano de la cebada, el trigo o el centeno. Labores de la sierra de machacar el centeno y separar en una piedra el grano de la paja. Las labores de la siembra y la cosecha manual de las patatas. Labores de reconstrucción de los tejados de las casas y chozas con paja de centeno.  Labores de arar  con el arado romano o el vertedera con una yunta, y que también están a punto de  perderse. Son los arrieros los que han desempeñado tradicionalmente esta importante labor en el Valle.

 

 

Una de las tareas más antiguas era la recogida de esparto en primavera que era cocido para luego ser usado en la cordelería artesanal de cada familia, para hacer  cuerdas, cerones, obías, albarcas, esterillos,  espuertas, y tantos y tantos utensilios para la casa o el campo. Hoy esta labor ha quedado como un reducto artesanal, aunque no se ha perdido del todo, su problema radica en la transmisión de padres a hijos para que no se pierda del todo. Por ello no estaría demás que el Valle y su mancomunidad se preocuparan entre todos los ayuntamientos de unificar criterios y procurar un  museo de usos y costumbres de la comarca, donde se aglutinaran también todo este tipo de labores en desuso.

 

 

También podemos hablar de los oficios del valle en desuso, tales  como el de talabartero, herrador, manijero, mataor, puaor o podador, acequiero, guarda de  campo, pastor, recolector de plantas aromáticas, etc… La mayoría por tanto relacionados con las bestias de carga, o con las labores mismas del campo. Son oficios que en muchos casos  han pasado de padres a hijos, pero que hoy por hoy si no se hace nada están prácticamente en extinción.

 

 

 

 

 

Labores  como las de molinero, y otras muchas al pasar de una economía rural a otra más moderna también han quedado aparcadas en el camino. ¿Qué nos recuerdan y evocan, todo este tipo de labores? nos hablan de una comarca, la del Valle de Lecrin rica en tradiciones, oficios, y ocupaciones. Nos hablan de  tiempos quizás más sencillos, pero no por ello menos alegres y variados.

 

 

 

 

Quién lea esta breve recopilación, le vendrá a la memoria cómo se cocía el esparto, o cómo se cargaban los mulos de paja de centeno para su venta, o cómo se iba a  casa del herrador, o como  en el invierno con las tiras de la pleita se  cocía con una aguja grande el cerón. También nos viene a la memoria cómo los pastores que hoy quedan muy pocos, hacían un queso de forma artesanal en la misma sierra.

 

 

 

Como comunidad y como pueblo, no debemos de perder nuestras raíces y costumbres y son los propios municipios los que por razones culturales deberían de tomar cartas en el asunto y dejando a un lado los localismos de cada pueblo, centralizar en un único centro un museo, un lugar de conocimiento para las generaciones pasadas de todo lo que han sido nuestros orígenes.

 

 

 

Sin embargo a las nuevas generaciones todo esto les suena a chino, parece más importante meterse en Internet, que plantar o regar un árbol, o que recolectar tomillo; craso error a mi entender y que los propios educadores deberían de retomar la tarea sin relegar las nuevas tecnologías, también es importante el pasado, también es importante plantar un árbol y ver como crece, y sobre todo no perder el norte, tender el puente o nexo de unión entre las generaciones pasadas, las presentes y las futuras, y en ello, la cultura  popular como aglutinante es para mí una gran apuesta o desafío en el progreso de nuestros pueblos.

 

Del libro Paisajes y Costumbres del Valle de Lecrín de Eduardo M. Ortega

Pedido del libro: edortega63@gmail.com

 

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